Juventud, divino tesoro, que te vas para no volver...

Saludos a todos, en un día que seguro que más de uno está por ahí relajándose, y no aquí metido navegando por Internet. Aún así, para lo que estéis, espero que os guste.

Pues hoy les hablaré de la juventud… Juventud divino tesoro que te vas para no volver; ese era el dicho que mi abuela paterna, que en paz descanse, me decía de pequeño, y ahora mi madre me lo recuerda de vez en cuando.

La juventud se supone que es una etapa de nuestra vida, la cual nos hace abandonar nuestra niñez y nos moldea para nuestra madurez. Es la parte más extraña de todas, pues cuando eres un niño no te das cuenta de nada, y cuando eres joven tienes que ser como un adulto sin serlo. Es para mí entender un proceso confuso.

Aparte de los cambios corporales, son esos cambios en tu vida que no sabes exactamente que eres en realidad. Porque ya jugar como un niño, la mayoría de las cosas se te quedan pequeñas; pero es que tampoco puedes tomártelo todo como un adulto, ya que tampoco lo eres.

Dicen que la juventud es para aprovecharla al máximo, pero también para prepararte un futuro. Esto conlleva a un chorro de devociones y diversiones, que según lo que elijas, marcará tu futuro. Claro ejemplo tenemos ahora con la famosa “Generación Ni-Ni” y los más que conocidos “ratas de biblioteca”.

Sé que he puesto ejemplos extremos, pero es para que se vea claro lo que quiero decir; en mi opinión la juventud, que a la mía ya le queda poco, hay que saber disfrutarla al máximo, pero solo cuando se pueda, y en los momentos de estudio o trabajo, dar lo que se pueda, pues así después el descanso sabe mejor.

Por lo tanto, espero que “Carpe Diem” (viva el momento), tanto de estudio cómo de disfrute, y os marquéis una juventud de galones y de momentos inolvidables con vuestros seres más queridos.

Y aquí os muestro la poesía de la que mi abuela sacó el dicho. Es de un poeta llamado Rubén Darío, disfrútenla:

“Canción de otoño en primavera”


Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y aflicción.
Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.
Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...
Juventud, divino tesoro
¡ya te vas para no volver...!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...
La otra fue más sensitiva,
y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
cual no pensé encontrar jamás.
Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...
En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y le mató, triste y pequeño
falto de luz, falto de fe...
Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...
Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón
poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad:
y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!...
Cuando quiero llorar, no lloro,
¡y a veces lloro sin querer!
¡Y las demás!, en tantos climas,
en tantas tierras, siempre son,
si no pretexto de mis rimas,
fantasmas de mi corazón.
En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!
Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris me acerco
a los rosales del jardín...
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!...
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro!


Gracias.

Tony.